Dcada prodigiosa: las cosas en su sitio

LA HABANA, Cuba. Muchos cubanos califican a los aos sesenta como la dcada prodigiosa por la msica que se hizo durante ese tiempo. Pero a la msica que se refieren la mayora de ellos no es precisamente, como podramos suponer, a la que hicieron, en Inglaterra y los Estados Unidos, artistas extraordinarios como Beatles,

LA HABANA, Cuba. – Muchos cubanos califican a los años sesenta como “la década prodigiosa” por la música que se hizo durante ese tiempo. Pero a la música que se refieren la mayoría de ellos no es precisamente, como podríamos suponer, a la que hicieron, en Inglaterra y los Estados Unidos, artistas extraordinarios como Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Jimi Hendrix, Janis Joplin y otros, sino más bien al pop que hacían en España cantantes y grupos que, generalmente, imitaban a sus colegas anglosajones.

Ese pop español fue la música que más se escuchó en Cuba en la segunda mitad de los años sesenta y hasta bien entrados los setenta, porque los comisarios culturales lo privilegiaron, aceptándolo como un mal menor para sustituir en la preferencia de los cubanos el pop norteamericano y británico, al que consideraban “la música del enemigo”.

El régimen revolucionario, desde sus primeros años, cuando se agudizó el conflicto con los Estados Unidos, proscribió las canciones en inglés, “el idioma del enemigo”. Así, sin importar que fueran británicos y no estadounidenses, los Beatles estuvieron prohibidos en Cuba en la época que más furor causaban en todo el mundo. Algunas de sus canciones vinieron a escucharse en la radio cubana allá por 1968, cuando faltaban menos de dos años para que se separaran. Y en la TV no se vieron hasta finales de los ochenta.

Los castristas le tomaron aversión al rock and roll, el twist y otros ritmos que consideraban nocivos y decadentes y la emprendieron contra quienes se empeñaban en disfrutarlos, acusándoles de “diversionismo ideológico”.

Hoy, pretenden minimizar aquellos “errores y excesos” atribuyéndolos a “extremistas prejuiciados que, en momentos en que Cuba era amenazada por el imperialismo, se excedieron en la lucha por evitar que cundiera el diversionismo ideológico y la penetración cultural entre la juventud cubana”.

En realidad, el principal responsable fue Fidel Castro, y no los segundones que cumplían sus órdenes. Recordemos que, en 1963, el Máximo Líder, en un discurso, había arremetido en tono despectivo y amenazante contra aquellos a quienes calificaba como “elvispreslianos” y “enfermitos”, a quienes describía como “jóvenes que guitarra en mano, con pantaloncitos apretados, se exhibían en actitudes feminoides en diversos lugares de la capital”.

Hasta que, en 1966, en el programa Nocturno, de Radio Progreso, empezaron a poner baladas de Aznavour, Raphael, Manzanero, Rita Pavone, Salvatore Adamo y otros. En la radio cubana (salvo los Cinco Latinos, un quinteto vocal argentino que imitaba a los Platters) apenas se escuchó música extranjera.

Luego, a través de Nocturno, y más tarde de Radio Cordón de La Habana y Radio Liberación, vino la avalancha de los grupos beat españoles: Los Brincos, Los Pasos, Fórmula V, Los Bravos, Los Ángeles, Los Canarios, Los Mustangs, Los Diablos, Los Mitos, Los Salvajes, etc. Esos grupos se hicieron popularísimos en Cuba, algunos más que en la propia España.

La gente de mi generación, aunque ahora prefiera escuchar otro tipo de música, no puede desvincular de sus recuerdos de adolescencia y juventud aquellas canciones de Nocturno. Aunque a algunos les pase como a mí, que odiaba a Los Mustangs porque copiaban las canciones de los Beatles y detestaba al mexicano Roberto Jordán por sus versiones espantosas, especialmente cuando convirtió aquello de “do you remember when we used to sang, chalalalala” de mi adorado Van Morrison en aquella cancioncilla tan chea, La chica de los ojos café, “uhuh, que linda es”.

Por suerte, muchos escuchábamos también por esa época –a escondidas y con el volumen no muy alto-, la WQAM del sur de la Florida y podíamos comparar las versiones con los originales.

A fines de los sesenta los comisarios culturales empezaron a permitir que se oyera un poco de música anglosajona en la radio cubana. Pero en 1971, luego del Congreso de Educación y Cultura, volvieron a prohibirla. La proscripción esta vez duró unos cuatro años: se empezó a disipar cuando se decidieron a poner las canciones en inglés de Abba, Boney M y los Bee Gees.

Hoy, muchos juzgan severamente al pop español de los sesenta, calificándolo, especialmente por sus letras, de facilista, cursi y ramplón. Como si toda la música norteamericana e inglesa de esa época hubiese sido solamente los Beatles, la canción protesta y la música underground sicodélica, y no también cancioncillas insulsas y romanticonamente empalagosas.

En realidad, no todo fue absolutamente malo en el pop español de los sesenta. Los músicos españoles, que vivían bajo la dictadura franquista en un país empobrecido que no acababa de recuperarse de la guerra civil, hicieron lo que pudieron, con los medios técnicos de que disponían.

No se puede negar que Los Brincos, Juan y Junior, Los Pasos, Los Bravos y los Canarios eran buenos grupos, tampoco la calidad de compositores y arreglistas como Manuel Alejandro y Augusto Algueró y cantantes como Raphael, Nino Bravo y Massiel. Eso, por no hablar de un extraordinario cantautor como Joan Manuel Serrat, que entre 1967 y 1974 grabó sus mejores discos.

El principal problema que tuvo que enfrentar el pop español fue la censura franquista. Al Caudillo de Ferrol le disgustaban las guitarras eléctricas, los melenudos, las vestimentas hippies y las canciones en inglés casi tanto como al Comandante de Birán. Si de Franco y de Fidel hubiese dependido, los españoles se habrían pasado los años sesenta entonando “De cara al sol” y los cubanos la Marcha del 26 de julio y si acaso, por halagar a Juan Almeida y rememorar la época  de México y el  yate Granma, aquello de “no me olvides, Lupita, acuérdate de mí”.

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